Siempre, sin proponernoslo, comenzamos a buscar la felicidad. Decidimos cambiar varios aspectos de nosotros mismos que pueda proporcionarnos este aliciente. Sin embargo, no nos damos cuenta de que la felicidad es sólo el reflejo de nuestro primer amor, de nuestras noches sin dormir, de sus besos bajo la lluvia, de las miradas cómplices con las amigas, de decir sí cuando es no y viceversa, de luchar por nuestros sueños, de saber valorar lo que tenemos, de buscar en nuestras prioridades. La felicidad no es otra cosa que la manera de ver las cosas.
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