lunes, 31 de agosto de 2015

Seré breve:

Siempre acostumbrada a vivir en doble fila aunque llevando conmigo mi bandera de soledad. No termino de cerrar los ojos por si veo caer esa pestaña que me conceda un deseo, el deseo. Ilusa pienso que está esperando ser impulsada para llegar más lejos, a un punto en el que la ficción se convierta en realidad. Ese punto, en ese justo instante estoy yo. 
Yo que nunca antes me había sentido tan querida, tan libre y constante. Yo que apenas he hablado y me han oído, que apenas he bailado y me han sentido, que apenas he llegado y me ha elegido. No sé si ha sido por suerte o por gracia, pero ha luchado, ha gritado, ha llegado y se ha plantado, no en el juego sino en el amor. Bendita sea tu locura. 

Nunca deja de sorprenderme, desde su llegada hasta su ida, y es que ante mi extraña costumbre de decir ''adiós'' él insiste en rechazar cualquier tipo de despedida que no vaya acompañada de un ''hasta después'' con acento en el beso, con énfasis en el abrazo o con exclamaciones en las miradas. Y lo siento si te siento sintiendo que sientes como te siento, pero es que te siento como nunca he sentido. Y lo siento si es poco o insuficiente, pero nunca he dado más de lo que estoy dando. Nunca me he atrevido a hablar por miedo al rechazo. Pero hoy me atrevo a escribirte aunque no me leas, aunque permanezcas ajeno. 

Que ojalá algún día tenga la fuerza suficiente para decirte que desde que te conozco todas mis palabras tienen destinatario. Que todas mis palabras tienen un fin, que no es otro que quererte.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Fénix.

Mayo de tempestad, de quedarme y temblar. Se avecina tormenta y no encuentro ningún habitáculo que me proteja, estoy a piel, hecha a capas de dolor. Hecha a capas dañadas que muestran mi alma como un arma, desprotegida y a punto de disparar, desatar, deshacer. No hay paz ni tregua en esta guerra interna. No tengo balas suficientes para acabar con todos los miedos que me acechan. Vivo presa en mi, por dentro como un antiguo diario, repleta de promesas y juramentos, por fuera como un cristal templado, todos me ven y me tocan, pero ninguno me adentra y me siente.
No es miedo lo que siento, no es vacío lo que llevo, no es ansías lo que sufro. Soy solo yo y un puñado de clavos por sacar, soy yo y una hoja a medio pintar. Son las plumas que nunca tuve y mis ganas de volar, las que siempre me faltan, las que siempre dejo atrás. 

-Las que hoy quiero sacar.-


jueves, 30 de abril de 2015

Be.

Miedo. Miedo permanente. A perderte, a sentirte, a herirme. Tengo miedo a fallar y no encontrar la solución. Tengo miedo a caer y no poder ponerme en pie. Miedo a lo que conozco y a lo que no. Porque no me conozco, ya no sé quién soy. ¿Qué he dejado de ser?, ¿quién he comenzado a ser?.
Aún no sé si el verbo ser conjuga en mi día a día y ya sé que fui lo que nunca he sido, que soy lo que no pude ser y que seré lo que deba de ser, pero contigo.

martes, 3 de marzo de 2015

Marchita por dentro.

Un día lo dí todo.
 Dí mis ganas, mis esperanzas, mis sueños. 
Dí mis ganas de ti, de soñarte, de buscarte, de quererte.
 Un día lo dí todo sin dar nada. 
Un día me dí a ti entera y me perdí.

martes, 24 de febrero de 2015

Descalza.

Nunca he sentido la necesidad de definir mi vida, de compararla, ni siquiera de compartirla. Y sin embargo, hoy me siento perdida entre mi propio vacío, mi... nada. El único puente que creía poder cruzar está cerrado, sellado y echado con llave. Su candado me observa con miedo, el mismo que siempre he esquivado, apartado y alejado de mi camino. Y ahí está, acechándome, dejándome sin escapatoria. Me siento a esperar, atenta a los pasos que se cruzan por mi camino, sigo sin comprender que ninguno me lleva a mi destino. Pero sigo sentada, sigo buscando.
Me recuesto en el suelo con la esperanza de sentir el frío suelo de la calzada, de sentir el viento que provocan los coches, de sentir el polvo sobre mis ojos, de sentir qué sé yo, el sol sobre mis pupilas obligándome a cerrarlos una vez más por temor a quemarme por dentro, a descongelar mis pensamientos.
Sigo sentada y no creo poder reponerme. Hoy he perdido las llaves y la esperanza, las que me llevaban a casa y me hacían sentir mía y de nadie más. Hoy he perdido el tiempo, el mismo que hasta ayer me perseguía con la esperanza de hacerme correr sobre los segundos sin saber que eran las horas las que me presionaban sobre la línea que dividía el camino.
Estoy aquí, como siempre, entre la espada y la pared, entre el puente cerrado y mis manos vacías, sin nada que me abra el camino, sin la ilusión de poder sacar mis puños.