lunes, 31 de agosto de 2015

Seré breve:

Siempre acostumbrada a vivir en doble fila aunque llevando conmigo mi bandera de soledad. No termino de cerrar los ojos por si veo caer esa pestaña que me conceda un deseo, el deseo. Ilusa pienso que está esperando ser impulsada para llegar más lejos, a un punto en el que la ficción se convierta en realidad. Ese punto, en ese justo instante estoy yo. 
Yo que nunca antes me había sentido tan querida, tan libre y constante. Yo que apenas he hablado y me han oído, que apenas he bailado y me han sentido, que apenas he llegado y me ha elegido. No sé si ha sido por suerte o por gracia, pero ha luchado, ha gritado, ha llegado y se ha plantado, no en el juego sino en el amor. Bendita sea tu locura. 

Nunca deja de sorprenderme, desde su llegada hasta su ida, y es que ante mi extraña costumbre de decir ''adiós'' él insiste en rechazar cualquier tipo de despedida que no vaya acompañada de un ''hasta después'' con acento en el beso, con énfasis en el abrazo o con exclamaciones en las miradas. Y lo siento si te siento sintiendo que sientes como te siento, pero es que te siento como nunca he sentido. Y lo siento si es poco o insuficiente, pero nunca he dado más de lo que estoy dando. Nunca me he atrevido a hablar por miedo al rechazo. Pero hoy me atrevo a escribirte aunque no me leas, aunque permanezcas ajeno. 

Que ojalá algún día tenga la fuerza suficiente para decirte que desde que te conozco todas mis palabras tienen destinatario. Que todas mis palabras tienen un fin, que no es otro que quererte.