sábado, 23 de febrero de 2013

Juro que esta vez no habrá un final triste.

Siempre fuiste como un amuleto en mi vida. Pasé de tropezar con la mirada de un gato negro a no parar de sonreír.
Era como una tormenta en pleno verano, nadie me esperaba y por alguna razón yo tampoco quería que nadie me esperara. Siempre estaba sola y no por ello me sentía mal, es más, estaba conforme con mi vida. Sin embargo, un típico día aburrido en mi simple vida decidí ir a la biblioteca, y allí estabas tú. Yo ya te había visto desde que puse mis convers desgastadas en ese suelo tan impecable y a la vez usurpado por personas. Estabas en la sección de ''historias reales'', como yo les llamo, no podía dejar de mirarte, ese pelo negro, firme y bastante largo( y ya no hablemos de tus ojos verdes como esmeraldas) y admirar tu forma de leer, de sonreír al leer cualquier hecho de ese libro que tanto te atraía. Pero decidí dejar de mirarte para que no te percataras de ello, decidí llegar a la sección ''empalagosa'' y buscar algún libro en el que poder hundir mi miserable vida y desaparecer de la vista de todos.
Cuando ya había elegido el libro perfecto para llevarme horas en casa leyendo junto a una taza de café bien caliente, me volví para acercarme a la entrada y entregar mi carnet de socio. Pero ahí estabas tú, a sólo veinte centímetros de mí. Al momento sentí mi corazón como un caballo desbocado que desea salir y correr en libertad. ¿Qué me mira? Y sobre todo, ¿qué quiere?
Y entonces me sonreíste mientras me dijiste:
-¿Romeo y Julieta?
-Algo parecido, ¿el diario de Ana Frank?
-Algo parecido.
No pude evitar sonreír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario